Baudelaire: El Santo Maldito

Saturday, December 02, 2006

Baudelaire: el santo maldito

Las Flores del Mal de Charles Baudelaire ha planteado una ruptura con el pensamiento clásico y medieval, superando el ideal romántico del Fausto de Goethe que pretende la modernidad para así, hacerla viva. Lo que he pretendido en este ensayo no es otra cosa distinta a señalar el concepto de modernidad desde el autor su poesía. Para fin tan ambicioso será necesario aclarar los aspectos referentes a los precedentes literarios e históricos, junto a los del autor y por último, mostrar el contenido que evidencia la modernidad en la poesía de éste.

Contexto Romántico

Daré unas nociones sobre lo romántico, desde Isaiah Berlin en su libro Las raíces del romanticismo. En él se explica cómo la Revolución francesa en 1789, generó el concepto de nación y libertad en la mente europea, sobre todo en la mente alemana. Se debe recordar a Kant quien con su trabajo filosófico sobre la moral expone la idea de la libertad humana desde el carácter de elección o voluntad, la decisión q se tome obedecerá al compromiso adquirido con algún tipo de valor moral, es allí es en este punto donde reside la libertad del hombre, es decir, en su interior. Lo anterior abre la posibilidad de pensar una igualdad entre los hombres desde su poder de elección o voluntad. Es necesario aclarar que lo anterior desemboca en la negación de la casualidad, debido a que si se creyera en ésta habría un determinismo, el cual negaría toda posibilidad de voluntad.

Kant nos sirve para evidenciar cómo se está pensando el hombre en la segunda mitad del siglo XVIII en Alemania, y comienzos del siglo XIX. Es un hombre que pretende su libertad desde la elección con fundamento en los valores o categorías morales a las cuales está sujeto. También permite pensar en la individuación del sujeto que será decisiva en el proyecto romántico. Ahora bien, más adelante nos encontramos con distintos filósofos como Fichte, Schelegel, Novalis, entre otros, que evidenciaran los aspectos fundamentales del romanticismo así:

a) Noción de la voluntad ingobernable, no tener valores o conocerlos, en vez de ello, crearlos; b) no hay una estructura de las cosas: existe solamente un flujo, la interminable creatividad propia del universo y, c) no hay afirmaciones acabadas, por cada una de ellas hay otras más opuestas, pero todas tienen un carácter verdadero.

Los anteriores principios nos descubren algo del pensamiento moderno, el cual desarrolla sus ideas por oposiciones, pero la diferencia radical se encuentra en el concepto que se tiene sobre la naturaleza, ya que ellos buscarán volver al ideal de nación en una naturaleza, y los modernos o malditos, en un espacio urbano.

Ahora bien, para ejemplificar el propósito romántico, Goethe ha gastado toda su vida en terminar el Fausto. Obra que nos abre la posibilidad de pensar la evolución del pensamiento romántico hasta el pensamiento moderno, en donde el personaje funciona como metonimia de los demás hombres y sus deseos. Para hablar sobredicha obra, me ceñiré al texto de Berman.

Berman plantea tres momentos en el desarrollo del Fausto así: El soñador, el amante, el desarrollista. En el primer caso, Fausto (personaje) tiene el poder de despertar al mundo, empieza a buscar la actividad, el erotismo, y la vitalidad, en otras palabras, busca ser un auténtico ser humano, lo cual presenta una liberación del proceso histórico de la modernización, pero esa liberación se sujeta a una comunidad concreta y aun cultura intelectual. El segundo caso, se presenta cuando Fausto descubre su poder sexual, el cual se resume en lo puramente físico y en el amor, la representación de estos es Margarita, que a su vez representa lo mundano, la experiencia de la comunidad, la destrucción y a su vez la construcción de los pequeños mundos, de nuevo, vuelve a la noción de la modernización. El tercer caso, se da al final de la obra cuando Fausto logra el poder de la fuerza, es decir, el poder económico, social y político, en el cual se encuentra enmarcado el mundo; comienza con sus planes concretos y operables para conjugar el ideal cultural y la realidad material, creando la noción de autodesarrollo, pero fracasando cuando da la orden a Mefisto de matar a Filemón y Baucis que son unos ancianos que impiden el progreso de la mega ciudad que él pretende.

Todo el proceso metamórfico de Fausto, nos muestra el desarrollo del pensamiento romántico, es la conjugación en el comienzo, de la fuerza espiritual de la cual están dotados todos los textos, o si se quiere el nombre técnico, el Genfür (o sentimiento: traducción del alemán), es el sueño y la idealización que se aterriza en una mujer la cual ya se concibe como no pura, es decir se va alejando del ideal romántico, hasta llegar a la idea de progreso y modernización propia del pensamiento del siglo XIX. La cuestión que se debe aclarar es que no llega a superar el pensamiento romántico del todo, debido a que si bien lo anuncia, se queda en el ideal de construir la ciudad, en el ideal de la filosofía alemana de la construcción de nación, ideal que por demás se logró suplir hace poco con la caída del muro.

Baudelaire y su contexto

Decido comenzar este apartado con un comentario de T. S. Eliot:

“No es sólo el uso de sus imágenes de la vida común, no son sólo las imágenes de la vida sórdida de una gran metrópoli, sino la elevación de tales imágenes a primera intensidad –presentándolas tal como son, pero haciéndolas representar algo más- lo que ha hecho de Baudelaire el creador de una vía de escape y expresión para otros hombres.”

El París que vive Baudelaire es un sitio en plena construcción, es la idea de progreso que ronda en la sociedad, la modernización, el bulevar, la calle, la desacralización, la secularización, incluso –y aunque suene atrevido- se puede equiparar a nuestra Bogotá con las obras de trasmilenio y de nuevos centros comerciales. Es al época de los inventos, de los carruajes desenfrenados, del caos, de la masa, en donde todos son iguales creyéndose únicos, es la época de la burguesía en su esplendor, el capital es el dios y la sociedad sólo es un obstáculo por ser más rico y poderoso.

La época de baudelaire (1821 a 1867) es la propicia para plantear su ruptura, es donde nacen los conceptos del spleen o vulgarmente hastío y del Flaneur o caminante entre masas. Es la época de las drogas y el licor, es el nacimiento de los seres exóticos, de los bailes de salón que tanto describe Balzac en su Papá Goriot. Es la decadencia de los valores, la importancia de los valores reducida a cero.

Baudelaire se encuentra en pleno centro entre los románticos y los malditos, es el puente que describe la vida cómo es, sin otro argumento que el de la poesía, se declara a sí mismo como un romántico, pero habría que decir, que es un romántico negro, alejado de la ensoñación y viendo el mundo con ojos de poeta, de ciudadano (nótese la palabrita que tanto connota) y siendo perseguido por su estilo de vida, por ser un dandy.

Lo interesante de Baudelaire es que mediante sus palabras va a evidenciar su época y llegará a la conclusión de que la modernidad es “lo eterno en lo transitorio” es el momento en que todo lo que se tiene desaparece, y las certezas sólo pueden existir en lo original y lo creador, es la ruptura temática de los románticos, la bella, honesta y pura Carlota de Werther, ya es sólo una prostituta o una lesbiana, se han invertido los sentires y la individuación masiva se hace presa de los sujetos de la época. Es nuestra época, la idea de progreso continúa y padecemos los mismos conflictos vivimos junto a el poeta.

Baudelaire, su poética y la expresión de la modernidad no superada

Para empezar con su poética, debemos analizar el título del poemario que deseamos analizar, es entonces cuando nos damos cuenta que las Flores del Mal ha tenido tres títulos: Las lesbianas, Limbos y el ya mencionado título final que todos conocemos. Para entender el desarrollo de sus temas, debemos pensar en el título final, que constituye el símbolo completo de los dos anteriores, partiendo de la afirmación de que el último por ser moderno tiene un carácter dual que lo conforma.

Empezando por Las lesbianas se debe entender el origen de la palabra en la isla de Lesbos, en donde lo mundano, el goce, lo placentero, son sensaciones y estados provenientes de allí, es la madre engendradora de placer universal. Ello supone un desplazamiento de la imagen de la mujer, que en un principio romántica (ideal) se trastoca en un ideal imposible, es decir, de cierta manera se está ironizando que “lo sublime” que sería la mujer, junto a otra, es la perfección de la belleza, pero está atravesada por la mundaneidad y la sociedad que impide o castiga dicha relación; entonces, el primer tema configura la belleza en su contexto moderno (industrialización, secularización, bulevar, etc.). Haría falta citar esto en su poema Lesbos:

Madre de los latinos y los griegos deleites,
Lesbos, donde los besos lánguidos o gozosos,
cálidos como soles, untuosos como aceites,
son ornato de noches y de días gloriosos;
-madre de los latinos y los griegos deleites,
Lesbos, donde los besos son como las cascadas
que sin miedo se arrojan en abismos gigantes,
y corren, con sollozos y quejas sofocadas,
tormentosos, secretos, profundos y hormigueantes;
¡Lesbos, donde los besos son como las cascadas!
Lesbos, donde una a otra las Frinés se reclaman,
donde nunca un suspiro sin eco ha de quedar,
como la igual a Pafos las estrellas te aclaman
y de Safo celosa Venus bien puede estar.
- Lesbos, donde una a otra las Frinés se reclaman.
Lesbos, tierra de noches lánguidas y abrasadas,
Que hacen que en sus espejos, oh infecundo placer,
Las niñas de sus propios cuerpos enamoradas
Palpen los frutos gráciles de sus núbiles cuerpos;
Lesbos, tierra de noches lánguidas y abrasadas,
Deja al viejo Platón fruncir su seño austero;
De los besos innúmeros obtienes tu perdón,
Reina del dulce imperio, noble y amante tierra,
Inagotable siempre en tus refinamientos,
Deja al viejo Platón fruncir su seño austero.
Tú obtienes el perdón del eterno martirio
Sin cesar infligido a las almas intrépidas,
que aleja de nosotros la sonrisa radiante
Vagamente entrevista al borde de otro espacio.
¡Tú obtienes el perdón del eterno martirio!
¿Cuál, Lesbos, de los Dioses, osará ser tu juez
Y condenar tu frente que arrugaron las penas,
Si sus áureas balanzas no han pesado el diluvio
De llanto que a los mares tus arroyos vertieron?
¿Cuál, Lesbos, de los Dioses, osará ser tu juez?
¿Qué quieren de nosotros leyes justas o injustas?
Honor del Archipiélago, vírgenes de alma noble,
Como no importa cuál, es regio vuestro culto,
¡Y se reirá el amor del Cielo y del Infierno!
¿Qué quieren de nosotros leyes justas o injustas?
Pues Lesbos, entre todos, me ha elegido en la tierra
Para cantar lo oculto de sus floridas vírgenes,
Y fui desde la infancia admitido al misterio
De sofocadas risas y de llantos sombríos;
Pues Lesbos, entre todos, me ha elegido en la tierra.
Y desde entonces velo en la cumbre del Léucato3
Como vigía de ojo seguro y penetrante,
Que acecha noche y día brick4, tartana o fragata,
Cuyas lejanas formas en el azul titilan;
Y desde entonces velo en la cumbre del Léucato,
Para saber si el mar es indulgente y bueno,
Y en medio de los ayes que en la roca resuenan,
Un día devolverá hacia Lesbos, que olvida,
El cadáver amado de Safo, que partiera
¡Para saber si el mar es indulgente y bueno!
De Safo, la viril, que fue amante y poeta,
¡Más hermosa que Venus en su triste blancor!
-El azul se somete al negro que salpica
El tenebroso círculo que el dolor dibujó
¡De Safo, la viril, que fue amante y poeta!
-Más hermosa que Venus presentándose al mundo
Y mostrando el tesoro de su serenidad
Y el destello radiante de su juventud rubia,
Sobre el viejo Océano, prendado de su hija;
¡Más hermosa que Venus presentándose al mundo!
-De Safo que murió el día de su blasfemia,
Cuando insultando el rito y el culto establecidos,
Entregó como pasto supremo su belleza
A un bruto cuyo orgullo castigó la impiedad
De aquella que murió el día de su blasfemia.
Y desde entonces Lesbos se lamenta sin tregua,
Y a pesar de las honras que los mundos le rinden,
Cada noche se embriaga con la voz turbulenta
Que alzan hacia los cielos sus desiertas riberas
Y desde entonces Lesbos se lamenta sin tregua!

Limbos es la continuación del juego dialéctico del símbolo anterior, la evidencia de la aporía que sólo la poesía podrá conjugar; lo interesante de está construcción es que la palabra sugiere una espera, que católicamente hablando y siguiendo el mapa de Dante, está en el medio de la salvación y la condena, pero que adquiere el sentido de malestar por no quedarse en ninguno de ellos dos y mantenerse en la indefinición del símbolo:

El mal monje


Los claustros antiguos sobre sus amplios muros
Despliegan en cuadros la santa Verdad,
Cuyo efecto, caldeando las piadosas entrañas.
Atempera la frialdad de su austeridad.

En días que de Cristo florecían las semillas,
Más de un ilustre monje, hoy poco citado,
Tomando por taller el campo santo,
Glorificaba la Muerte con simplicidad.

-Mi alma es una tumba que, pésimo cenobita,
Desde la eternidad recorro y habito;
Nada embellece los muros de este claustro odioso.

¡Oh, monje holgazán! ¿Cuándo sabré yo hacer
Del espectáculo vivido de mi triste miseria
El trabajo de mis manos y el amor de mis ojos?

Ahora bien, Las flores del mal, se nos está presentando como símbolo de la agonía de lo clásico, como artificio y como conjugación de opuestos, en donde lo efímero (placer, ciudad) se une con lo eterno (lo bello), son las lesbianas en el limbo, lo eterno en lo transitorio, la visión de si mismo, que de otro modo no daría cabida a la enfermedad, a las musas de carne y agónicas que nos señalan sus poemas con el mismo nombre.

Lo que me interesaba resaltar del título ya está dicho y por el momento lo dejaremos aquí; ahora bien, vamos a intentar descifrar esta poesía de lo doble desde Bataille y el poema de Baudelaire Correspondencias:

La Natura es un templo donde vividos pilares
Dejan, a veces, brotar confusas palabras;
El hombre pasa a través de bosques de símbolos
que lo observan con miradas familiares.

Como prolongados ecos que de lejos se confunden
En una tenebrosa y profunda unidad,
Vasta como la noche y como la claridad,
Los perfumes, los colores y los sonidos se responden.


Hay perfumes frescos como carnes de niños,
Suaves cual los oboes, verdes como las praderas,
Y otros, corrompidos, ricos y triunfantes,


Que tienen la expansión de cosas infinitas,
Como el ámbar, el almizcle, el benjuí y el incienso,
Que cantan los transportes del espíritu y de los sentidos.

Para empezar, el concepto de lenguaje en Baudelaire se circunscribe a las correspondencias, intentemos decir de qué se trata; tenemos que la forma del poema no cambia, es la misma, pero la actitud o contenido, si desarrolla otras posibilidades, es la individuación, pero sometida a la masa, Baudelaire tiene la actitud de VER, esta es al cualidad de por qué lo tomo para la referencia a la modernidad. Para entender mejor, refirámonos al malditismo como fuente del concepto de lenguaje.

El malditismo es la subversión de los valores éticos y morales ya establecidos, en otras palabras es la inversión de ellos. Pero hay que detenerse en esto, debido a que las correspondencias se encuentran compuestas de dos elementos que interactúan y a su vez son distintos, creando un movimiento dialéctico en donde la profanación es el espacio de la bendición así: a) momento de esfuerzo que es cuando se desgasta o se invierte el orden establecido y, b) momento de regreso que es cuando se afirma ese desorden que se quiso atacar.

El mal en Baudelaire, siguiendo lo anterior, es tomado entonces sólo como objeto, en otras palabras se habla de él y no desde él, diferenciándose por añadidura con el polo del bien, es decir, de nuevo se corresponden y son correlativos. El trabajo entonces del poeta y su poesía es la trasvalorización o derrocamiento de los valores, tensión y trastocamiento que de ninguna manera puede sustituir a los valores originarios. El mal concebido entonces como objeto, presupone una libertad, ya que el niño, o el hombre enajenado puede expresarlo solamente, sin ningún juicio moral que lo apele, es simplemente la soledad acompañada, lo que nos lleva en el orden de ideas a pensar que esa expresión es la carencia de algo, que en el orden de las correspondencias es por ejemplo, la beatitud.

Continuando y a manera de cierre, tenemos las correspondencias y las flores del mal, es decir, se juntan los dos elementos que metafóricamente serían opuesto, en un solo símbolo, las flores y lo artificial, lo enfermizo, el mal. En su obra, sin importar el poema que se seleccione se puede ilustrar el mundo, el París de Baudelaire, contaminado, burgués, con la idea de progreso, en donde el arte es una inutilidad y sólo puede hablar de esos vacíos bellos de la sociedad, desde, por supuesto, la experiencia personal, pero dicha praxis es sólo del poeta, ya que se ve viéndose, como en la vitrina de los costosos artículos que desea, en plena calle parisina.

Ahora bien, la no superación de la modernidad reside en que aún hoy tenemos los mismos problemas, nuestra ciudad es un caos, y el más ateo de los ateos es el más santo, siempre en el momento de éxtasis, de temor, de muerte, refugiándose en la figura de Dios, en su ser, viviendo el mal, padeciendo por la bondad, que tanto nos hace falta.


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1. BERLIN, Isaiah. Las raíces del romanticismo. Madrid: Taurus, 2000.

2. BERMAN, Marshall. Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad. Bogotá: Siglo XIX editores, 1991.
3. Entendido como el desarrollo de la maquinaria y la construcción.
4. Un ejemplo posible que ilustra el conflicto de la configuración de nación en Alemania, es el hecho de que en América latina, se ha logrado primero este objetivo, para ver más información al respecto léase a Doris Sommer con su libro ficciones fundacionales.
5. BERMAN, Marshall. Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad. Bogotá: Siglo XIX editores, 1991. Pág. 129.
6. BAUDELAIRE, Charles. Las flores del mal. Buenos Aires: Losada, 1998. Págs. 203-205
Ibidem. Pág. 49
7. BATAILLE, George. La literatura y el mal Madrid: Taurus, 1977.
8. BAUDELAIRE, Charles. Las flores del mal. Buenos Aires: Losada, 1998. Págs. 42.